Vías Pirineos de dificultad media, [escalada PD, AD, D (IIº/IVº, máx. Vº)]. Vivencias de montaña. Rincones desconocidos o escasamente divulgados. Y alguna que otra reflexión

lunes, 17 de junio de 2013

Petit Astazou, arista NO

En el circo de Gavarnie, destaca la presencia altanera de su principal guardián: la cumbre bicúspide de los Astazou; de inmediato surge el deseo de alcanzar el collado que separa ambas cimas mediante un airoso corredor: el Swan. Sin embargo, otra vía, apenas un poco más complicada, acapara la mayor parte de las excursiones. Es la archiconocida arista noroeste, celebérrima escalada que muy pronto devino clásica, merced a unos alicientes indiscutibles.

el circo de Gavarnie y sus centinelas orientales, los Astazou
A caballo entre el glaciar de Pailla, reliquia helada al borde la extinción, y el verde valle por el que se deslizan las bulliciosas aguas de la Gave, la aérea cresta brinda sin cesar un espectáculo realmente excelso, sin que la dificultad de la escalada nos prive de tanta belleza acumulada. A pesar de discurrir por roca calcárea, su calidad es sorprendentemente buena, dispuesta en estratos horizontales que alternan algunas panzas con tranquilizadoras repisas, mucho más numerosas.

el perfil de la arista noroeste del Petit Pic d'Astazou desde la Pailla...
...y desde el Astazou oriental.
Casi todas las descripciones que he leído de este hermoso itinerario inciden en una sucesión de resaltes perfectamente identificables, a los que se alude una y otra vez como referencias inconfundibles. ¡Hasta una docena de prominencias, que casi llegan a poseer nombre propio! Bien; pues cuando ascendí por la arista noroeste del Petit Astazou, no llegue a distinguir con claridad ninguna de ellas. Cierto, que tampoco me preocupé mucho de tal cuestión, pendiente del marco que me rodeaba y, en alguna ocasión, las menos, atento a las vicisitudes de la escalada, pues, aunque la vía está catalogada como BD+, no es fácil encontrar pasos de IVº; a cambio, abundan los de IIIº, pero de forma notablemente discontinua y sin que ningún obstáculo llegue a perturbar seriamente nuestro ánimo. Merece la pena señalar que alejarse del filo de la arista en busca de pasos más cómodos en plena cara norte, rara vez funciona. Y, además, nos perderemos las grandiosas vistas sobre el verde valle por el que serpentea el recién nacido Gave, que aguas abajo tomará el nombre de Pau.

Gavarnie desde abajo...
...y desde arriba.




















No abundaré en detalles que pueden ser consultados de forma exhaustiva en cualquier guía. Por el contrario, precisaré algunos puntos que puedan resultar de interés. Respecto a la aproximación, no tengo mucho que aportar, salvo que no es estrictamente necesario dormir en el refugio de los Espuguettes; tampoco hace falta coger la arista en su punto más bajo; habitualmente se ataca desde el glaciar, dirigiéndonos a una zona tendida, casi horizontal de la cresta, en la que desemboca una rama del glaciar, a poco más de 2.500 metros. Particularmente, la primera panza de la arista fue la que me resultó de más ardua superación; los metros finales, de lo más sencillo.

el Petit Pic d'Astazou desde el Gave.
Otra cosa cabe decir del retorno… ¿Quién dijo aquello de que la excursión acaba en casa? Una de las opciones más prudentes para el regreso a la civilización pasa por cruzar la brecha de Tuquerouya y, después, la Hourquette d’Allanz. ¡Un buen rodeo! La alternativa opta por el Col d’Astazou, abierto entre el Marboré y el Petit. Lo cierto es que se trata de un descenso muy atractivo, pero… no es fácil apearse del collado, sea por un empinado nevero que puede estar en malas condiciones y para el que probablemente no llevaremos material adecuado —estamos refiriéndonos a una escalada de roca, ¿no?—, sea por varios muros y terrazas a través de los cuales será preciso buscar el paso más favorable; entendámonos: apenas será necesario recurrir a las manos, si es que lo hacemos; al contrario, habremos de utilizar con particular efusión nuestra intuición para reducir a la mínima expresión algún que otro inevitable rodeo. Finalmente, accederemos a las famosas “roches blanques”, tan temidas en la época dorada del pireneísmo con botas claveteadas; nos resultarán ridículamente accesibles. Pero, al parecer, en mi caso no experimenté suficiente escarmiento en las rampas del Col d’Astazou y tenté un descenso directo a l’ Hôtelleríe du Cirque. Tal solución es perfectamente factible, ni siquiera puede apelarse a la escalada, pero también es cierto que exige un marcado sentido de la montaña y transcurre por un terreno salvaje, muy salvaje. No dudaría en recomendarlo, siempre y cuando quien lo emprenda no tenga reparo en complicarse la vida.

el Couloir Swan entre los Astazou


martes, 4 de junio de 2013

Anayet, corredor de los franceses

Debido al supuesto paralelismo de su origen plutónico, en más de una ocasión se ha calificado al Anayet como hermano menor del Midi d’Ossau, no sin señalar que se trata de una pobre imitación. Desde una perspectiva alpina, tanto por meras cuestiones de tamaño como por la calidad de la roca, habremos de convenir que, efectivamente, no existen términos plausibles de comparación. Pero, ahí está el Anayet, inconfundible con su enhiesto perfil, bien plantado en los confines de Canal Roya, y, sobre todo, aislado de otras cumbres rivales.

el Anayet desde el norte.
Aunque la vertiente norte y sus hermosas invernales le han granjeado un gran protagonismo en las crónicas de ascensiones, es en el flanco opuesto, presidiendo las turberas e ibones homónimos, donde mayor popularidad se le reconoce. También aquí, su vía normal ha alcanzado una elevada notoriedad, siquiera sea por los numerosos incidentes radicados en sus aledaños; en especial, en el famoso enclave de la “placa”, al parecer equipado con un cable o cadena. Curiosamente, nunca he subido o bajado por tal paso, siendo que por intuición he preferido siempre la proximidad del espolón occidental, muy accesible.

el corredor de los franceses
Sea como fuere, cuando se llega al Anayet desde Formigal, un osado corredor, justo a la derecha de la cima, atrae la mirada como si fuera un potente imán. Es el corredor Este o de los franceses. Su aspecto impone. Tras poco más de una hora y media desde la carretera (la pista suele estar cerrada en verano), se divisa el corredor, cuya base se alcanza en media hora suplementaria. Pues, bien, a lo largo y ancho de esos treinta minutos caminando por las turberas, lo contemplamos de frente, lo que suele inducir una ilusión óptica que tiende a provocar una fuerte sobrevaloración de su inclinación. Tal fue como a mí me sucedió, hasta concluir que el primer y último tercio de la canal eran casi verticales, mientras que el tercio central llegaba al extraplomo. Quizá solo en la Canal de Retos, vislumbrada desde Cima Capullo, (ver foto en este blog, entrada Corredores fáciles Telera) he llegado a experimentar una sensación tan intensa. Intensa y engañosa, pues, después de tomar algunas referencias que me guiarían durante la ascensión, descubrí cómo las iba sobrepasando todas sin tropezar con los esperados y empinados obstáculos. De hecho, tan solo me decidí a emprender esta vía porque las reseñas señalaban una accesible cotación de AD.

el Anayet desde el Pourtalet
Pero los esperados pasos de IIIº e incluso IVº no aparecían por ninguna parte; tras superar andando el primer tercio, supuestamente vertical, tampoco la zona central opone barreras dignas de mención, salvo un exiguo muro, este sí en ligero extraplomo, cuya principal dificultad estriba en hallar algún punto dotado con presas sólidas, lo que no abunda precisamente en esta vía. Aquí, en efecto, se puede hablar de un IVº, tan delicado como breve. Y, después, poco más. Algún paso aislado y perfectamente evitable de IIIº hasta la cresta, la cual no supera en ningún caso el IIº

En definitiva, trepar, se trepa poco o muy poco. Pero lo que falta e incluso decepciona en cuanto a criterios alpinos, queda compensado por el encanto de una ruta tan directa y eminente que atraviesa la ladera más escabrosa del Anayet.

humedales que rodean al Anayet por todas sus vertientes
He rondado esta cumbre en todas estaciones y condiciones. Nunca me ha defraudado. Quizá porque no he buscado en ella mis límites, sino que, sencillamente, me he dejado seducir por su entrañable hechizo, ese mismo que ya se aprecia cuando se escucha su melodioso nombre. Hoy, de nuevo la amenaza de las palas excavadoras se cierne sobre estos privilegiados enclaves: confiémos en que ninguno de esos proyectos falsamente progresistas llegue a destruir en pocos días lo que tantos miles de años le llevó erigir a la naturaleza.