Vías Pirineos de dificultad media, [escalada PD, AD, D (IIº/IVº, máx. Vº)]. Vivencias de montaña. Rincones desconocidos o escasamente divulgados. Y alguna que otra reflexión

lunes, 26 de mayo de 2014

Pico y Diente de Soques


llegando al collado de Soques, presidido por la enhiesta corona del Diente
     El macizo de las Ferraturas se desarrolla entre el paso del Portalet y el circo de Arrémoulit; su máxima altura se alcanza en el pico de Soques (2.716 metros) y, muy próximo a él, se alza la osada silueta del Dent de Soques, ligeramente más bajo (2.692 metros) y con el aspecto de una pequeña muela asentada sobre la cresta. Esta cadena, cuya primera cima por el oeste sería el pico de Estrémère es poco conocida y aún  menos visitada, muy a pesar de algunos de los sorprendentes atractivos que exhibe, como la extraña arquitectura del Pic de L’Ouradé.

el Pico de Soques desde el collado homónimo
     Para conquistar tanto el pico de Soques como su apéndice, el Diente, es posible partir del aparcamiento del Caillou de Soques, ubicado en pleno descenso del Portalet. Un difuso sendero siempre próximo al Ruisseau de Soques se introduce en el hayedo para desembocar poco después en un amplio circo herboso, de cuyos escarpes se escapa por la derecha para deslizarnos en una vaguada abierta al collado de Soques (2.487 metros). Pero alcanzarlo exige superar una cuesta más larga de lo que aparenta. El rincón es muy hermoso y apacible en invierno.

Pico, collado y Diente de Soques, vertiente francesa
     Otra alternativa, en la que me voy a centrar, parte del embalse de La Sarra y se vale de un sendero balizado que nace poco antes del paso del Onso, donde toma, siempre próximo al barranco de Garmo Negro, dirección noroeste; después de dejar atrás el bosque, nos acogen unas suaves praderas cerradas al fondo por los recortados Dientes de Scie y el Pico de la Soba; a la derecha queda el pico de Arriel. Hemos de cruzar el torrente y virar a la izquierda, pleno oeste, donde ya se adivina el Pico de Soques; aunque existen otras opciones para ganar la divisoria fronteriza, la más cómoda y atractiva pasa por su arista noreste, con intención de franquear la cumbre en travesía. Alguna pendiente empinada y pequeños graderíos rocosos serán las únicas dificultades que opondrá el camino a la cumbre. Sin embargo, el descenso por la arista occidental hasta el collado de Soques es algo más accidentado, con algún que otro paso de IIº, antecedente de las complicaciones que surgirán a la hora de vencer al Diente.

los altivos Dientes de Scie
el pico de Soques por el sur; al fondo, poco más que un garbanzo, el Diente
     Ya en el collado de Soques, queda muy visible la cara oriental del Diente. Resulta obvio que será preciso recurrir a la escalada, exigua por lo demás. A pesar de todo, existe una vía de mínima dificultad a través de su cara noroeste, itinerario que será de gran utilidad para el descenso, si bien obliga a perder un poco más de altura de lo necesario para retornar a la cresta. En esta cara oriental, varias chimeneas, diedros y fisuras sugieren otras tantas opciones de ascenso; sin embargo, ninguna de ellas resulta muy atractiva, dada la desintegración de la roca en ciertos puntos. Tampoco la que yo escogí, ya muy próxima a la arista Sur tiene mejor desenlace: aunque tan apenas cuenta con un somero paso de IIIº, la chimenea deviene pronto en desagradable angostura terrosa de delicada superación. Pude constatar que las presuntas vías vecinas tampoco están libres de idénticos inconvenientes, en especial la salida de la marcada chimenea situada más hacia la derecha. También junto al propio collado parten otras posibles vías de mayor dificultad; quizá la mejor opción pase por recorrer la arista en su integridad.

el Diente desde el pico de Soques
cara oriental del Diente de Soques; a la izquierda, chimenea seguida.
La marcada canal que aparece más o menos en el centro tiene una desagradable salida terrosa.
el pico de Soques desde la cima del Diente
     El descenso típico del Diente discurre a través de la cara norte, si bien tengo entendido que también aquí será preciso usar las manos, aunque de forma muy comedida. Por mi parte, intenté abreviar el camino y bajé directamente hacia el sur, muy próximo a la arista; pronto, un muro vertical me cortó el paso, obligándome a improvisar un pequeño rápel (unos diez metros). La cuerda se atascó y hube de retroceder para recuperarla:
     —¿Va todo bien? —me preguntó con asombro un testigo, integrante de la casta de los escasos senderistas que rara vez frecuentan estos parajes, al contemplar tan atareado sube y baja, cual araña despistada.
     —Sí, hombre; cómo no. Esto solo son gajes del oficio —más o menos, le respondí algo así. El paso, en roca aceptable, es más fácil de lo que aparenta (IVº) y puede servir como directa e interesante alternativa para ganar la cumbre.
     Todavía ignoraba que la parte más interesante del proyecto, el retorno por el para mí inédito barranco de Balsaroleta me iba a deparar una dosis superlativa de naturaleza salvaje. Ya de por sí, el descenso a la cubeta superior del barranco se realiza a través de unas pendientes en extremo inclinadas y de piso inestable. Cuando por fin se alcanzan los llanos verdes bajo la silueta del Ferraturas, aún nos queda el incómodo recorrido del propio barranco, áspero y desprovisto de agradecidos hitos indicadores. Todo pinta bien al principio, pero enseguida nos sumergiremos en áridos escarpes que alternan la roca desnuda con hierba resbaladiza. Un terreno de cabras en el que no resulta fácil acertar con la ruta correcta que, poco a poco, nos acercará al camino de acceso a Respomuso. Algo antes de alcanzarlo y de internarnos en el arbolado, es preciso abandonar el barranco de Balsaroleta: tras cruzar el cauce en un punto quizá indicado por mojones, nos espera un entorno cubierto por frondosa vegetación donde, una vez más, resultará difícil moverse. Poco a poco, la espesura se aclara y el caminar se hace más cómodo, antes de llegar al llano Tornadizas donde se conecta con el camino hacia La Sarra.

praderas en lo alto del barranco de Balsaroleta.
     Puede parecer algo desatinado e imprudente recomendar semejante itinerario, pero… ¿acaso el auténtico sentido de la montaña se forja en la molicie de los caminos trillados?