Vías Pirineos de dificultad media, [escalada PD, AD, D (IIº/IVº, máx. Vº)]. Vivencias de montaña. Rincones desconocidos o escasamente divulgados. Y alguna que otra reflexión

martes, 1 de marzo de 2016

La cuenca de Bachimaña en invierno.

Sube el telón; en escena, un paisaje polar flanqueado por bambalinas colgadas del cielo, cumbres bizarras que desafían la voluntad de vencerlas, pero cuya humilde contemplación desde su pie nos proporciona también una placentera ensoñación.

sobre el dique del ibón inferior de Bachimaña

El nuevo refugio de Bachimaña ha popularizado los recorridos por esta región, sobre todo en verano; muy al contrario, cuando nieve y hielo obstaculizan el acceso, tan hermoso rincón recibe muchas menos visitas. Aun siendo un destino muy conocido para los esquiadores de travesía que frecuentan el Balneario de Panticosa, nunca resulta muy cómodo llegar a Bachimaña durante el invierno, siendo más que probable un prolongado porteo de los esquís, tanto en ascenso como, lo que se hace más duro, para el regreso… al menos si se efectúa  por el camino de ida, siguiendo el curso del Caldarés. Sin duda, el mejor descenso pasa por alcanzar el cuello de Batanes para deslizarse después bajo la cresta de Labaza, hasta el pinar por el que discurre el camino a los ibones de Brazato; habitualmente se puede llegar esquiando hasta el Balneario.

desagüe del ibón bajo; al fondo, la ladera que domina la cuesta del Fraile está plagada de placas de viento rotas.
Su efecto sobre la expuesta pala del Fraile fue en esta ocasión espectacular.


Pero volvamos al principio: ¿cómo llegar al ibón bajo de Bachimaña? Si persiste suficiente nieve, la mejor opción consiste en seguir el camino a Brazato hasta el primer paraludes, tras lo cual se asciende por la amplia pala limpia de arbolado en dirección al tubo que alimenta la central eléctrica del Balneario, conducción que atravesaremos bajo un acueducto, paso clave. Un suave descenso nos deja en el llano del Bozuelo, donde se empalma con el itinerario estival GR-11. Con un poco de suerte, alcanzaremos el pie de la cuesta del Fraile sin quitarnos los esquís de los pies. Tal cuesta es engorrosa y empinada, con abundantes restos de avalanchas; hacia la izquierda resulta algo más suave, pero es también la zona más expuesta a potenciales desprendimientos.

las Puntetas de Bachimaña, sobre el refugio.

Cuando la nieve escasea, quizá la mejor alternativa consista en seguir íntegramente el GR-11, hermoso y marcado sendero que probablemente encontraremos plagado de gélidas trampas y roca tapizada de hielo tan imperceptible como proclive al patinazo; a cambio, la huella marcada puede suavizar muchísimo el penoso transitar. Pero ya he advertido que el camino a Bachimaña nunca es cómodo, ¿verdad? Existe otro par de posibilidades, de dudosa validez. La peor, un antiguo camino por la margen izquierda del Caldarés que desemboca, casi al nivel del refugio, en el torrente que desciende de los ibones de Labaza: si ya en verano es una vía confusa y embarazosa, sembrada de hielo puede devenir delicadísima; además, para llegar al refugio será todavía preciso un rodeo con su inevitable descenso. La variante restante es más peculiar: consiste en ascender al ibón de Arnales por el clásico camino hacia las Argualas y, desde allí, atravesar la ladera en dirección a Bachimaña hasta alcanzar las pendientes que dominan la cuesta del Fraile. Largo, pero original.

el ibón bajo de Bachimaña y la presa del superior. El paso de una intrusión de polvo sahariano ha teñido la nieve.
el ibón superior; al fondo el pico de la Muga y el Grand Pic de Péterneille;
de todos los grandes picos que rodean Bachimaña, solamente el de Marcadau y la Muga son fácilmente accesibles.


Ya estamos por fin en el ibón bajo de Bachimaña. Cruzamos la presa y dejamos a la derecha el nuevo refugio. Curiosamente, este ibón no siempre llega a congelarse totalmente; la capa de hielo es muy delgada y suele desaparecer junto al desagüe del ibón superior. Por fortuna, la travesía del lago se puede eludir fácilmente por la derecha, hasta encaramarnos sobre el pretil de la presa del Gran Bachimaña, desde donde se desciende por el otro lado al nivel del agua, habitualmente bajo. Ahora toca emprender la fascinante travesía del ibón, muy rápida y placentera si está cubierto por hielo deslizante. En contraste con lo que sucede en el ibón pequeño, aquí es fácil encontrar una capa de nieve en torno a un metro de espesor, pero lo que se gana en seguridad puede perderse en viabilidad en caso de nieve profunda.

la Quijada de Pondiellos y el pico de Piedrafita al fondo
el viento y la plasticidad del manto, formidables escultores.

Realmente, el marco que nos rodea es grandioso. El valle se divide en dos ramas; la occidental lleva al collado del Infierno y Tebarrai, dominada en su margen derecha por el cresterío de los Arnales y, más allá, por la cumbre tricéfala de la Quijada de Pondiellos (Infiernos); en la otra vertiente, el pico de Piedrafita y Punta Zarre se alzan sobre los ibones Azules. Justo enfrente, al Norte, asoma la Gran Facha sobre el barranco de los Pecico; por la derecha, hacia el Este, se abre la cuenca de Bramatuero, bajo los Pics de Jumeaux y Péterneille y, al fondo, duermen en paz los de Aratille y de las Neberas. Cualquier idea es buena en semejante escenario, que bien merece varias visitas para reconocer sus inmensas posibilidades. Sin embargo, la exploración rara vez será coronada por el ascenso a una cima: todas ellas, salvo Marcadau y Muga exhiben cierta dificultad y quedan todavía algo alejadas, pues si la cúspide de la Quijada de Pondiellos se alza casi mil metros todavía sobre la cota de Bachimaña, las cimas restantes ni se encuentran mucho más próximas, ni se quedan muy por debajo de los tres mil metros. Tampoco la cumbre de O Peñon (Serrato), cuya punta emerge discreta por la derecha, es fácil, si bien menos distante. Ocultas permanecen las puntas de los Batanes y Xuans. Tras recorrer la cuenca de Bramatuero, es factible girar a la derecha en dirección a los Dientes de los Batanes, cuya cumbre Norte es muy accesible, para alcanzar el triple collado entre O Peñón, Xuans y Batanes; desde allí nos espera un gran descenso hasta el Balneario, pero la travesía de la cuenca de Bramatuero se hace algo tediosa y el rodeo total un tanto excesivo. Existe, empero, otra posibilidad: los ibones de Pecico y la contemplación de dos gallardas cimas: Punta Zarre y Gran Facha, junto a sus satélites no menos hermosos… y bien defendidos, salvo en lo que se refiere al ya mentado entorno del Marcadau. El nuevo refugio de Bachimaña facilita mucho, merced a la importante reducción de horario, el ataque a estas cumbres que, no obstante, requieren una planificación específica de asalto e incluye en el guion recursos siquiera elementales de escalada.

la Quijada de Pondiellos
de Piedrafita a Punta Zarre
la cumbre de O Peñón, asoma con timidez; a la derecha la de Xuans, aún más discreta.
la cuenda de Bramatuero; su tránsito es algo más complejo de lo que aparenta.
O Peñón, altivo y magnífico. Su vía normal transcurre por la cresta Sur.
la Gran Facha, nunca fácil pero quizá uno de los objetivos menos problemáticos de la región.

En cualquier caso, la cuenca de Bachimaña es un objetivo por sí mismo. Mas, si no sabemos vivir sin cumbre —algo que se aprende con los años—, tanto O Peñón como Xuans son dos picos próximos que nos brindan excelentes corredores no excesivamente largos ni demasiado complicados, siempre que los encontremos en buenas condiciones. Ambas cimas se pueden alcanzar directamente desde el refugio de Bachimaña, bien por la ruta del ibonet de Coanga o desde el embalse superior. Queda, en fin, una última cumbre muy interesante y accesible en invierno: el pico de Tebarrai,aunque muy alejado ya.

el refugio de Bachimaña. A la derecha, el lomo que permite el acceso al ibón de Labaza y al Cerro Gascón.