Vías Pirineos de dificultad media, [escalada PD, AD, D (IIº/IVº, máx. Vº)]. Vivencias de montaña. Rincones desconocidos o escasamente divulgados. Y alguna que otra reflexión

martes, 25 de septiembre de 2018

Infierno, arista oriental (Arnales)

la cresta oriental del Infierno; de izquierda a derecha, cima oriental, brecha, Aguja de Arnales y collado de Arnales.

El asalto al pico del Infierno por la cresta que proviene del collado de Arnales supone una opción rápida e interesante, cuyo único obstáculo reseñable estriba en el cruce de la angosta brechita ubicada de tal forma que divide la cresta en dos mitades bien diferenciadas. El primer sector, entre el collado y ese presunto tres mil fantasma ya conocido como Aguja de Arnales, es una arista sumamente estrecha que se cabalga justo por el filo, lo que puede entrañar algún problema en caso de fuerte vendaval; el acceso desde el collado implica unos metros de mínima dificultad (III-), eludibles entrando directamente un poco más allá. Pero, ¿por qué molestarse?; es una agradable trepada sobre roca fiable. Enseguida nos espera un inmenso paseo de primer grado, cuando no simplemente andando; muy agradable y cómoda progresión, salvo que el viento se obstine en amenizar la jornada. En tal caso, nos sacudirá de lo lindo, pues no parece que existan muchas opciones para resguardarse un poco por debajo del borde la cresta. Miau, miaau: tal vez sea preciso gatear algunos metros que, de otra forma, se recorrerían simplemente andando. 


primeras luces sobre las Argualas y Garmo Negro.

Tendenera: Ripera, Forato, Sabocos...

espolón sur de Garmo Negro; al fondo, Argualas.

Al otro lado de la brecha, la cresta es amplia, sin ningún obstáculo hasta la cima, a la que se llega casi sin darnos cuenta. En esta ocasión, por desgracia, no tuve oportunidad de divisar el espléndido panorama que brinda la cuenca de los lagos Azules, ni tampoco de contemplar el estado del glaciar, justo en la entrada del otoño. Pero si la niebla me escamoteó el panorama, al menos el viento no quiso complicarme la vida en lo que fue mi novena vía al pico del Infierno.


los sugerentes ibones de Pondiellos.

el tan olvidado como interesante pico de Pondiellos; tanto la cresta sur como la occidental son un regalo.

la imponente silueta de Garmo Negro se apodera del paisaje. Y las nubes, del entorno.

Antes de entrar en detalle sobre los pormenores del paso de la brecha, queda por indicar que el descenso de la cima oriental del Infierno debe hacerse pasando por el colladito que forman las cimas central y oriental, y por la margen derecha del corredor sur, nunca por la izquierda, a pesar de que algunas trazas parecen sugerir tal posibilidad. Se trata de una insinuación taimada que esta fascinante montaña sugiere, quizá como desquite por nuestra victoria. 

inquietante salida del corredor norte...

...y un vistazo del mismo. ¿El glaciar? Pues casi no se dejó ver en todo el día

cima central del Infierno. Esa pareja fue la única señal humana en toda la excursión.

En fin, veamos lo que la brecha da de sí. Existen bastantes referencias en la Red, pero no se detalla la singularidad del paso, que casi siempre se solventa mediante rápel, por más que en muchos casos se haya buscado con insistencia la posibilidad de destreparlo. Apenas circulan fotografías suficientemente expresivas (que tampoco yo llegué a hacer), ni los vídeos aclaran cuál es la fórmula para superar la brecha. Sin embargo, efectivamente, la cuerda no es estrictamente necesaria; en todo caso, no quisiera que este texto suponga en modo alguno una invitación a la temeridad: ¡que no falte esa cuerda en la mochila! Por si acaso.


la famosa brecha. ¿Y eso de la derecha es un "tres mil"? Desde luego, tiene mucho de fantasma.

Desde la cumbre de la aguja, el descenso se inicia bordeando en plena cara sur el fino espolón que delimita la brecha (II); todo se complica un poco más tras atravesar al otro lado del espolón, introduciéndonos propiamente en el ámbito de la brecha. Es ahora cuando avistamos su fondo, antes oculto, y se constata que no será fácil acceder al umbral (III); para ello utilizaremos una cornisa descendente y escalonada, siempre con la ayuda de excelentes presas. El piso de la brecha está ocupado por un gran dado apaisado, anclado en medio del umbral y separado de las paredes por un estrecho pasillo a cada lado. Pero la cornisa desaparece antes de que podamos descolgarnos sobre el dado y para ello solo existe una presa, útil aunque mal dispuesta. Será preciso confiarse a tal presa y separar el cuerpo lo suficiente de la pared para hacer pie en la extremidad del dado mediante una zancada decidida (en sentido inverso, tampoco existen demasiadas facilidades para alcanzar la cornisa). En el otro costado de la brecha, que aquí, en el fondo, no mide mucho más de un metro de ancho, el muro extraploma ligeramente, aunque queda muy cerca y lo que podía ser más complicado está por debajo de nuestros pies (no hay por qué bajar del dado), Así, no es ningún problema tantear el muro y advertir numerosas presas "buzón" sobre las que es muy fácil encaramarse un poco, lo suficiente para realizar una travesía horizontal a la izquierda de un par de metros, también gracias a buenas presas (III+), hasta alcanzar el pie de un diedro apenas marcado; seguidamente, debemos ascender por el diedro, que un poco más arriba se va tumbando (III y enseguida II) hasta salir al curioso tinglado de rápel instalado. Pocos metros y nunca difíciles, sí, pero también impresionantes cuando se atisba desde lo alto el posible descenso en cualquiera de los dos sentidos. No es en absoluto de extrañar el recelo que suscita este paso hasta el punto de que suele resolverse mediante rápel. Por cierto, en el flanco oriental ha desaparecido el tinglado que casi todas las referencias señalan; por lo demás, siempre es una garantía reemplazar el material existente por otro de confianza. 


la brecha en toda su omnipotencia; de cerca no se deja fotografiar bien.
En naranja el itinerario aproximado para superarla.

Globalmente, el paso está bien valorado en III+, pues el insignificante malabarismo en torno a la roca del umbral no justifica mayor graduación. Pero lo que falta en dificultad, sobra en espectacularidad; en sentido descenso partiendo de la cima del Infierno, la apariencia de la brecha todavía es más sobrecogedora y más intrincado adivinar el punto exacto para abordar un descenso que se realiza con garantías gracias a su accesible dificultad y donde es de gran ayuda saber de antemano que es factible. Por otra parte, no creo que exista en la vertiente norte alguna alternativa, aunque la niebla me impidió cualquier confirmación a este respecto. 


Pondiellos y Garmo Negro.

la cresta sureste del pico de Pondiellos, interesantísima escalada.
(https://rondapyrene.blogspot.com/2016/08/pondiellos-cresta-sur.html)

Como alternativa para el retorno al Balneario, puede optarse por el collado Sarette y la cuenca del ibón de Arnales. Añadiremos nuevas perspectivas al recorrido, si es que hemos venido por el collado de Pondiellos. Pero mejor no contar con un sendero, del que no encontraremos el menor rastro, ni tampoco apenas hitos orientadores; iluso de mí, pensaba que la proximidad del nuevo refugio de Bachimaña habría incrementado notablemente las visitas a esta zona, con el consabido rastro más o menos marcado. Pues nada de eso.


el ibón de Arnales.


sábado, 18 de agosto de 2018

Infierno, marmolera norte 2


en rojo, la presente vía; en verde la de 2017 y en azul la variante de la norte original.

Hasta ahora, todas mis ascensiones a las tres marmoleras del Infierno tuvieron en común una dificultad muy por debajo de lo previsto, algo hasta cierto punto decepcionante, pues el interés deportivo devino casi banal. Sin embargo, lo que realmente buscaba era una relación intensa con esa roca tan peculiar que muchos rechazan confundiéndola con el vulgar calcáreo gris. Y eso, claro, porque nunca entablaron con las marmoleras un diálogo tan entrañable y cordial como el mío, propio de un apasionado romance todavía vigente.


la marmolera suroeste sobre los ibones de Pondiellos.

la marmolera oeste vista desde la vía normal al Infierno.

Pero en esta ocasión todo ha cambiado. Se trataba de ascender una vía que llama desde muy lejos la atención, marcada por una singular veta de mineral oscuro que escinde la marmolera norte justo por la mitad. Un sendero vertical tan sugerente como irresistible, incluido en mis proyectos para el apacible veroño pasado que tan buenas oportunidades meteorológicas brindó, ninguna de la cuales pude aprovechar por diversas circunstancias.


Infierno cara norte; corredor y marmolera; morrena lateral de la Pequeña edad del Hielo.

De acuerdo con mis anteriores vivencias en las marmoleras, decidí atacar la vía sin material de aseguración. Vale, si algo sale mal, me escapo por la derecha hacia terreno conocido, ¿no? Son nada menos que casi tres kilitos menos en la espalda, argumento nada desdeñable, sobre todo si acostumbran a viajar dentro de la mochila, casi siempre sin utilizar. Como único instrumental de escalada llevé un cordino de 20 metros para resolver un corto y eventual rápel “a lo Dulfer” ¿Pero qué es eso del Dulfer? Pues un remedio antiguo, muy antiguo, que consiste en recibir la cuerda entre las ingles, para después dar la vuelta en torno del pecho y salir por encima de un hombro rodeando la espalda. Sin arnés, sin mosquetones, sin anillos… Funciona, y lo hace muy bien en distancias cortas. Doy fe. Es lo que tiene más de medio siglo subiendo y bajando montañas (muy importante hacerlo con todos los huesos íntegros y en su sitio habitual). Pero en esta ocasión tampoco necesité tal recurso, aunque fue reconfortante contar con él, ya que el exceso de confianza tuvo su protagonismo.


el ibón inferior de Bachimaña y refugio.

cola del embalse de Bachimaña Superior.

La montaña en general y las marmoleras del Infierno en particular no dejan de sorprenderme, lo cual es maravilloso, ¿verdad? Por fortuna el susto fue pequeño, pues en todo momento tuve la situación bajo control, si bien con notable tensión, pendiente de que la providencial línea de presas proporcionada por el filón de roca oscura pudiese llegar a interrumpirse. Ansiedad creciente según se iba desvaneciendo la posibilidad de abandono, pronto impensable a pesar de ese tranquilizador cordino de 20 metros.


Arnales e Infierno; Azul Inferior.

Arnales e Infierno desde el Azul Superior.

Azul Superior; picos de Bachimaña.

la marmolera norte, que el filón oscuro de la vía parte por la mitad.

La vía es increíblemente sostenida: un inmenso paso de IIIº, con marcada vocación de IIIº+ y con abundantes aunque breves incursiones en el IVº, alguna asimismo en su límite superior. No hay tampoco terracillas ni emplazamientos adecuados para una reunión cómoda; por lo demás y aunque a veces escasean, buscando un poco siempre aparece alguna presa sólida y fiable. El terreno es también propicio para la colocación de toda clase de fisureros (esos que no llevaba).


la cresta noreste del Infierno con su aguja Bicolor, de acuerdo con el bautizo de Jean Arlaud.
Otro proyecto dormido que tal vez... sin embargo, un  dato a tener en cuenta: Arlaud encontró aquí muchos problemas.

Quizá alguno de los pasos más serios sea eludible, pero no deberíamos contar mucho con esa posibilidad. ¿Y qué pasa cuando por fin la protectora veta de mineral sombrío, que primero forma una vaga canal estrecha para después mudar a protuberancia sobresaliente de la pared, se desvanece cerca de la cima? Pues que allí aparecen mínimas cristalizaciones, similares a esponjas fósiles, oportunidad para finalizar la ascensión sin ulteriores emociones. ¡Qué suerte!


la marmolera norte desde la cumbre; al fondo, el Balaitús.

Aventuraba, en una entrada anterior, el potencial problema de la zona superior de la marmolera, donde la mala disposición de los estratos y la ausencia de presas podía comprometer el final de la ascensión y propiciar graves enriscamientos. Tal inconveniente se ha confirmado plenamente en la presente vía, donde la roca clara ha constituido siempre una pésima opción, lisa, frágil y con presas escasas e invertidas, constante en todo el tercio superior de la pared.


final de la vía desde la cresta cimera.

El rifirrafe surgió ya desde el primer momento, pues la entrada a la vía estaba obstaculizada por irreverentes neveros helados; no obstante, normalmente no existirá inconveniente para alcanzar el pie de vía sin obstáculos reseñables. En todo caso, si los primeros metros son apacibles y relajados, pronto empieza la fiesta; la pared siempre aérea se orienta a la verticalidad, aunque no la alcanza nunca, y un pensamiento alarmante se adueña de la mente: ¿hasta cuándo perdurarán las presas en este filón de roca enlutada que escinde en dos la marmolera? La respuesta, en la cumbre. Entretanto, la canal azabache tiende a cerrarse, ocasión que aprovecho para probar suerte en el mármol de la izquierda. Mala idea; así que no tardo en retornar a la redentora veta.


la marmolera norte y sus vetas de mineral oscuro.

No echo en falta el material de escalada; la características de una ascensión en solitario limitan el aseguramiento a pasos aislados; de otro modo tras superar el largo es preciso bajar a recuperar todo lo instalado y después tornar a subir… ¡menudo desperdicio de tiempo y esfuerzo!, suponiendo que se disponga de ambas cosas y se puedan montar reuniones adecuadas y multidireccionales, algo nada fácil. No es mi caso, desde luego. Y en esta vía, tan sostenida, menos. Tampoco hubiera servido de mucho el cordino de 20 metros, pero fue reconfortante llevarlo. Al menos, por una vez me he alejado mucho de los casi diez kilos habituales sobre la espalda.


en esta imagen se aprecia perfectamente el recorrido de la vía.

Por lo demás, los pasos más complicados son de longitud exigua, apenas unos pocos movimientos de carácter técnico, forzando oposiciones y adherencia a la que la roca responde muy bien. Poco mármol, pues, pero una magnífica y segura ascensión que, globalmente, bien merece una calificación de Difícil inferior. Era esta mi séptima vía al pico del Infierno, que he completado con la octava durante el descenso por la vía normal, curiosamente todavía sin recorrer. Lo cierto es que este descenso hasta el ibón de Tebarray es muy enmarañado e incómodo, además de largo. También conflictivo en caso de mala visibilidad. La mejor opción es bajar por la corta cara sur y ganar el collado de Pondiellos, para regresar a Panticosa por las Argualas.


la cumbre.

ibón de Tebarray.

Garmo Negro e ibones de Pondiellos.

la cresta noreste... ¿quizá escenario de mi novena vía al pico del Infierno?

jueves, 21 de junio de 2018

El valle de Acumuer. Retona, Puerto Rico, Pabellón

primeras luces en la pista de Zecutar.

La vertiente meridional de la Partacua es uno de los escasos parajes pirenaicos que todavía conserva cierta naturaleza virginal. Justo en la esquina más alejada del mundanal ruido, descansa apaciblemente el ibón de Bucuesa, acunado en una pradera y dispuesto a dar vida al naciente río Aurín, eje del valle de Acumuer. Será muy difícil encontrar una pepita del preciado metal bañada por sus aguas, si es que alguna vez las hubo, tal como pregona su nombre; todavía más improbable sera tropezar con un buscador de oro, ya todos desengañados, ni siquiera aquellos que anduvieron detrás del oro negro, aún no hace muchas décadas, y nos legaron esas esotéricas estructuras a la entrada del valle. Realmente, no abunda el rastro de presencia humana; quizá nos crucemos con alguno de sus escasos habitantes, pendiente de labores agrícolas o ganaderas y tal vez algún que otro excursionista despistado... es decir, que ni petroleros, ni fiebre del oro, ni siquiera indios.


el ibón de Bucuesa encerrado entre montañas; al fondo, Collarada.

el plano del ibón y circo de Canals desde la cima de Peña Retona.

El ibón de Bucuesa es un rincón perdido mágico y misterioso, un trozo de cielo azul varado entre acantilados verticales, apacible y a la vez bronco, poco accesible... lo he contemplado más veces desde arriba que desde la orilla. Vela su sueño la mole inmensa de Peña Retona (Pala de la Forca), la cota más elevada de la Partacua; un poco más al este, se alza la Punta de Puerto Rico y, enseguida, El Pabellón o Pico dera Pala. Ciertamente, un rosario de cumbres que exigen una larga marcha de aproximación desde Acumuer; sin embargo, tal paseo bien merece la pena, pues a cambio nos brinda la visita a un escenario donde se exhibe una riquísima muestra de la vida pirenaica original. La pista de acceso que parte de Acumuer está flanqueada por todos los pisos de vegetación; más arriba, pedreras y lapiaz aspiran a señorear las mismísimas cimas; de ahí vienen los nombres consagrados por la toponimia local: puerto pobre, puerto rico, que en modo alguno hace, pues, alusión al hermoso país allende el Atlántico. ¿Será que todo por aquí está más o menos relacionado con el vil metal? 


borda en la pista del Aurín.

prado de El Rincón.

La principal vía de penetración, la pista que avanza hacia el fondo del valle junto al río Aurín, tiene un más que interesante ramal que asciende por el vallejo tributario de Zecutar. No hay más, pues la osadía de atajar a través del bosque cualquier itinerario será duramente penalizada; tanto peor si, como suele ser el caso, los antiguos senderos han sido ya profusamente invadidos por la enmarañada vegetación; por fortuna, se trata de boj y matorral bajo en el que no abundan las especies espinosas, lo que no excluye la penosidad de un tránsito extremadamente arduo. 


El Huerto y Balcón de Pilatos (vertiente occidental) sobre el barranco del Cantal.

cuenca alta del barranco del Cantal.

el Paso de Canal Ancha; a la izquierda, ladera de Retona; a la derecha la de Puerto Rico.

Es factible, si bien a costa de una galopada maratoniana la realización de una travesía circular, que se iniciaría ascendiendo por el barranco de Zecutar hasta el Plan d'Igüés, en cuya cabecera se alza orgullosa Peña Gabacha, justo en la divisoria con el puerto de Biescas (Pilón de Acumuer); nos espera todavía una larga cuesta hasta el collado de Pacines, ya muy cerca de El Pabellón. Finalmente, habremos de recorrer la cresta que lo separa del Puerto Rico, y, todavía más allá, la conquista de Peña Retona, para descender más tarde por el barranco del Cantal hasta la pista paralela al río Aurín y cerrar así el bucle. Habremos trazado un círculo fascinante que tiene tanto de mágico como de misterioso, a punto de disolverse en la bruma... porque si no hay bruma, si acaso reinase un áspero sol de verano, el retorno a Acumuer podría resultar tan desolador como poco sugestivo.

 
atormentada cresta cimera de Peña Retona hacia el sur...
...y hacia el norte. Una meseta circunvalada por un muro vertical en todo su perímetro.

Cuando el objetivo es únicamente Peña Retona, es preciso seguir la pista del Aurín hasta su final, en los campos d'a Costera. Desde allí, ascenderemos unos metros al este por la ladera ahora desprovista de arbolado hasta encontrar un sendero ascendente en diagonal. Enseguida llegaremos a un hermoso prado cercado, El Rincón, desde donde se abren varias posibilidades; la más recomendable sigue próxima al vallado hasta internarse en la cuenca del barranco del Cantal; el bosque, fugazmente reaparecido se desvanece definitivamente según vamos ganando altura próximos a la vaguada. Nos espera un escarpe tumbado, donde puede ser cómodo usar las manos. Tras varios taludes y alternancias de franjas menos inclinadas pero colmadas de escombros, se entra en un tramo más cerrado y casi llano de la quebrada, coronado por el paso de la Canal Plana o Ancha, escarpado enlace con el Valle de Tena; por cierto, la salida de la canal por el norte no carece de cierta emoción; para su descenso suele montarse un rápel por la chimenea más próxima a la Punta de Puerto Rico, lo cual desmiente la presunta facilidad de este corredor. Pero, como hemos llegado por el sur, ni siquiera tendremos que asomarnos al provocativo despeñadero; simplemente, avanzaremos por la ladera de Peña Retona, primero hacia la izquierda, para superar un resalte horizontal, y después hacia la proa de aspecto inexpugnable que la altiva cumbre lanza hacia el norte. No hay tal, desde luego, pues justo en el bisel del muro vertical que rodea toda la alargada meseta cimera descubriremos una vaga y corta canal por la que se superan los últimos metros mediante una trepada elemental (Iº). Curiosa y enigmática cumbre, la más elevada del macizo. 


cresta desde El Pabellón; Tríptico y, al fondo, Telera

Desde el entorno del Paso de la Canal Ancha, es factible ascender sin ninguna dificultad hacia el este  hasta la Punta de Puerto Rico; un poco más allá, nos espera El Pabellón. Para el regreso, tal vez prefiramos descender hacia el Plan d'Igüés, para retornar por la pista de Zecutar y completar una travesía circular, perfectamente válida en cualquiera de ambos sentidos. El acceso al Plan d'Igüés por la pista de Zecutar es particularmente hermoso al amanecer, como también lo es la estampa pastoril que ofrece la pradera bajo los acantilados de Peña Gabacha. 


el Plan d'Igüés; al fondo vertiente oriental del Balcón de Pilatos.

Plan d'Igüés, Peña Gabacha al fondo, derecha.

la altiva silueta de Peña Gabacha; escalada (D) por cualquiera de sus vías, en roca muy descompuesta y peligrosa.

salida de la Canal de Pacines.

alguien dijo que la Partacua es como una ola a punto de romper sobre el valle de Tena.

desde El Pabellón hasta Telera... incluso la Corona del Mallo.

Peña Retona desde la cima de la Punta de Puerto Rico. Se advierte claramente el punto débil de la meseta cimera.

complicada salida de la Canal Ancha.

estribaciones de El Huerto sobre el Cantal.

¿Quién dijo que en este valle no había oro? Seguramente se trataría de alguien excesivamente preocupado por las cosas que se pueden comprar con dinero. Pero tales especímenes no abundan por la montaña. Demasiado esfuerzo sin recompensa material.


amanecer en el Aurín; al fondo Semola Baja y Semola Alta.