Vías Pirineos de dificultad media, [escalada PD, AD, D (IIº/IVº, máx. Vº)]. Vivencias de montaña. Rincones desconocidos o escasamente divulgados. Y alguna que otra reflexión

martes, 14 de septiembre de 2021

Infierno, marmolera norte III

en amarillo, la presente vía; en rojo, la de 2018  y en verde la de 2017; en azul, variante de la norte original.

¿Todo un año sin patear el mármol infernal? ¡Noooo, no puede ser! Además, tenía una buena excusa, eso sí, con sabor a despedida: el reciente ingreso en mi octava década bien merecía una celebración, ¿no? ¿Y dónde mejor hacerlo que en uno de los privilegiados escenarios de mi pródigo idilio con la marmoleras? Romance, me temo, que tiene dictada su fecha de caducidad, pues ya los años pesan lo suyo en la mochila.

refugio de Bachimaña.

Así, pues, me encuentro camino de Bachimaña desde un Balneario pleno de excursionistas… ¡claro, es sábado!, aunque estemos ya en setiembre. Camino bien acompañado por diversos grupos que me van adelantando, unos rapidillo y otros como centellas; por encima del Azul superior me separo del sendero trillado y penetro en las morenas del casi extinto glaciar, ante la sorpresa de quienes transitan hacia el ibón de Tebarray. Ciertamente, aún se adivinan algunas grietas colmatadas sobre la masa helada cubierta en su mitad por un enorme desprendimiento de derrubios de la cresta nordeste, de la que he renunciado a un segundo intento, precisamente por la extrema descomposición de la roca; en la zona superior del glaciar todavía aflora la nieve del pasado invierno. Da la impresión de que a este helero no le queda mucha más vida montañera que a mí.

torrente que desciende de los ibones Azules, hacia el de Bachimaña.

ibón Azul superior; al fondo Piedrafita.

Punta Zarre.

el Infierno se mira en las aguas del Azul superior.

En fin, me ha costado casi cuatro horas y media llegar al pie de la marmolera (bien mirado, tampoco es un tiempo desorbitado). Decido subir, más o menos, entre la variante de la norte clásica y la que recorrí en el verano de 2017, convencido de no encontrar apenas dificultad; solo que, como este monte acostumbra en sus devaneos conmigo, siempre me sorprende. Es una pareja voluble y caprichosa, proclive al romance socarrón. Pero nunca se porta demasiado mal y, al final, solo trata de expresar que es muy digno de respeto y no debo menospreciarlo en ningún caso. Seguro que es eso.

el corredor norte domina el glaciar. O lo que queda de él.

hermosa variante de la Normal, por la cresta de Garmo Blanco.

el Pitón Marrón y la Aguja Bicolor, en la cresta noreste. Y el enorme rastro del último desprendimiento, que se superpone a otros de años anteriores en la misma zona.

la cresta noreste se obstina en llenar de clastos el helero, camino de nuevo glaciar rocoso como su vecino de las Argualas. Así de descompuesta es la roca en ese sector. Y por eso no he vuelto a esa cresta.

Inicio el ascenso, un tanto a la buena ventura, a través de una serie de hermosísimas y, sobre todo, insólitas placas de mármol, pobladas de presas maravillosas; tampoco la pared se yergue mucho. El mundo es perfecto, sí. Sin embargo, poco a poco van surgiendo zonas poco fiables, colmadas de piedra suelta, sospechosas, delicadas y también muy lisas… a la vez que la marmolera se empina. Por encima veo algún que otro obstáculo inquietante, así que me voy desviando hacia la derecha… hasta que, dominado por unos bloques ya imponentes, cambio de dirección y asciendo en diagonal hacia la izquierda. En realidad, no me he enfrentado a nada que supere el IIIº, salvo algún breve IVº perfectamente eludible. Pienso que un trazado bien escogido permitiría un ascenso bonancible, apenas sin obstáculos relevantes, tal y como acontecía en la vía de 2017. Pero el guía está de vacaciones. O, quizá, por aquí no suele aventurarse, ante la carencia de clientela.
 
desde la cima, la cresta noreste.

multitudinaria congregación en la antecima occidental del Infierno.

Finalmente, creo escapar de la trampa que parecía cernirse sobre mi cabeza, tras cruzar la gran veta de mineral oscuro que atraviesa la marmolera por su mitad inferior de izquierda a derecha, hasta estrellarse contra la roca esquistosa que la limita. Dejo de divisar los muros amenazadores que pretendían aplastarme y vislumbro ya la cresta cimera, que permanecía oculta. Eso sí, todavía arriba, muy arriba. Por precaución, me acerco hacia los esquistos, los alcanzo y, durante algunos metros, asciendo justo por la divisoria entre la roca clara y la oscura. Después, me interno definitivamente en el roquedo zaíno buscando una canal que apunta justo a la antecima occidental del Infierno, siempre huyendo de la roca descompuesta. La canal se estrecha y se divide en dos ramas, ambas de apariencia plácida; opto por la chimenea de la derecha, la cual me permite una progresión segura en oposición (sin tirar de las presas, táctica ideal en terreno poco fiable). ¿Punto final? Pues no. La chimenea, de repente, se cierra en un imprevisto extraplomo; por fortuna, muy corto y fácil de resolver (IVº). Ahora sí, ahora sí que sí, me digo, mientras escucho las conversaciones de quienes descansan ya en la cima.

el muy interesante, y por esta vertiente anodino, pico de Pondiellos.

ibones de Pondiellos bajo el Garmo Negro.

En resumen, una ascensión que podría ser muy fácil o complicarse bastante, si la suerte decide acompañar a otros excursionistas más necesitados. Por lo demás, parece siempre factible eludir cualquier contratiempo serio, lo que nunca debiera ser motivo para un exceso de confianza.

la cresta del pico de Pondiellos sobre las Argualas.

Track:  https://es.wikiloc.com/rutas-alpinismo/infierno-occidental-marmolera-norte-83854538

Foto del glaciar (Peñarroya), hacia los años 60 ó 70.
¡Qué cambio!, ¿verdad? Son muchísimos metros de espesor perdidos, como bien se puede apreciar en la altura que alcanza el hielo sobre la Aguja Bicolor.




 

domingo, 8 de agosto de 2021

Peña del Ibón de Acherito

en rojo, línea de ascensión descrita; en verde supuesta vía normal.

Ya me he referido en una entrada anterior al encantador paraje en torno del ibón de Acherito. Entre la sucesión de pitones calcáreos telón de fondo del prodigioso escenario, destaca, provocador, el situado más a la izquierda. 
Provocador, seductor… y peligroso. De hecho, me voy a referir a las particularidades de esta hermosa cima con la pretensión de disuadir de la ascensión a todo aquel que no conozca perfectamente a lo que se va a enfrentar y esté capacitado para asumir el riesgo que supone una ascensión en modo alguno difícil, pero si muy expuesta y peligrosa.

primeras luces sobre el Lenito, Achar de Forca y Chipeta Alto.

el alba gana terreno sobre los pastizales.

Lenito, Achar de Forca, Alanos, Chipeta Alto...

También conocido como Pic oriental de la Chourique (Guide Olivier), o Pic du Lac ¿de la Chourique? (mapas IGN francés), y con el consiguiente lío toponímico y de cotas entre mapas, tanto galos como españoles, su vía normal transcurre por una empinada pared orientada al norte; es decir, con frecuencia húmeda, lo cual implica el inconveniente de debilitar las raíces de los afloramientos vegetales por los que transcurre la ruta de menor resistencia. Ni tampoco la roca, aun aceptable en los sectores compactos, destaca por su fiabilidad, por lo que será inevitable que algún que otro pedrusco se nos mueva. ¡Susto!… sin más consecuencias, si estamos preparados para tal eventualidad.


al fondo del vallejo de Acherito, destacan las moles de los Gorreta, el Chinebral de Gamueta y el Mallo de Acherito (que no debe confundirse con la Peña del Ibón o la aguja de Acherito).

la Peña del Ibón se mira en las aguas de lago.

cuando ascendemos, el panorama se amplía y nos muestra Petrechema y Ansabere; por detrás, la Mesa de los Tres Reyes e , incluso, el Anie.

próximo a la Peña del Ibón parte un espolón dentado que quiere apuntar al Billare.

Por lo demás, si el ascenso es delicado, el retorno se prevé, con toda razón, mucho más enrevesado. Resulta del todo imprescindible tomar buenas referencias para evitar un extravío de incierto desenlace en esta pendiente tan "pendiente". En mi caso, una solitaria Saxifraga (corona de rey) sirvió de piloto orientador en una ladera distinguida por su uniformidad.
Pero seguro que, a estas alturas, parece esta la descripción de una aventura de más que dudosa conclusión, siendo la realidad más prosaica, ya que la valoración real de la dificultades apenas si alcanza la cotación de… “Fácil”; es decir, una trepada de lo más elemental. Nada más. Y ni siquiera encontraremos pasos de mucha mayor dificultad en un loable intento de evitar las zonas más inestables o colonizadas por vegetación sospechosa.

y, por fin, se deja contemplar de cerca la cara Oeste de la Peña. Por la canal central tuvo lugar mi primer intento; abandoné hacia la mitad, justo debajo de la zona oscura que indica la vegetación.
Todo a la izquierda, el perfil de la vía normal en la cara Norte.

Laraille, con su doble cima, y Mallo de las Foyas sobe el ibón de Acherito.

Lo cierto es que mi primera opción pasaba por escalar una tentadora canal orientada al Oeste. Hacia la mitad, renuncié. En gran parte, por la presencia de algunas zonas muy descompuestas y de aspecto equívoco, pero en parte también por recelo a un descenso por la cara norte que se adivinaba confuso y difícil de vislumbrar desde arriba, sin el conocimiento previo de una ascensión. Esta cara norte, por donde transcurre la vía normal, posee una estampa casi sobrecogedora; por fortuna, muy capaz de mover al abandono a cualquiera escasamente preparado para abordar semejante desafío. Sin embargo, el ataque tiene lugar aprovechando un diedro poco marcado y muy fácil, que finaliza debajo de unas rampas cubiertas de vegetación y de apariencia también de escasa complicación… para quien confíe ciegamente en las presas “verdes”, tal vez de raíces poco firmes y probablemente asentadas sobre tierra suelta húmeda. Siempre tiendo a eludir este tipo de terreno, por lo que opté por la roca, al precio de una dificultad ligeramente superior, no mucho, si bien es posible que se pueda ascender muy próximos al manto vegetal sin necesidad de confiarse a él. Lo cierto es que tuve múltiples ocasiones de ver cómo el terreno terroso se deshacía bajo el pie al probar su consistencia.

panorama cimero: desde la brecha Hanas al Mallo de las Foyas.
 
panorama cimero: Gorretas, Gamueta, Mallo Acherito...

panorama cimero: Petrechema, Ansabere y Mesa de los Tres Reyes.

panorama cimero: Anie y Billare.

panorama cimero: el pequeño y escarpado circo entre el pic de Pourtet Barrat y pic de Pourtet Ouvert.

Al regreso tuve ocasión de disuadir a varios excursionista, alguno muy despistado, que pretendían ascender el pico sin el ánimo, preparación y equipo aconsejables. Existe otra vía “normal” por el Este, pero sus características tienen poco que envidiar a la citada. Quizá un tanto más difícil y algo menos comprometida, pero también con su inevitable travesía vegetal empinadísima.

el pequeño lago de Ansabere y las famosas agujas.

la luz del mediodía resalta los relieves de la cara Oeste y muestra con nitidez la canal elegida en primera opción para culminar el pico. No parece nada difícil, pero tampoco es un lugar para disfrutar. Mejor, las aristas, eso sí, mucho más exigentes.

el ibón de Acherito exhibe un marco precioso.

la "otra" vía normal rodea los escarpes a la derecha de la Peña y asciende por detrás.

a la izquierda, la Aguja de Acherito; a la derecha, el Laraille.

Petraficha, Quimboa Alto.

lunes, 2 de agosto de 2021

Cresta Mallo Cristian al pico Laraille

sin duda, el ibón de Acherito posee un entorno espectacular y seductor. 
Pero no son estos pitones de los que trata la presente entrada.

El encantador paraje en torno del ibón de Acherito está bien protegido al norte y al Este por una sucesión de pitones calcáreos con sugerentes placas verticales sobre los canchales que beben en las aguas del lago. A la derecha, el más alto es el pico de Laraille apenas separado del Mallo de Las Foyas, a partir del cual se extiende una cresta muy atractiva que finaliza en el Mallo Cristian, siempre dominando la frecuentada ruta de acceso al ibón. No es una cresta tan fiera como aparenta, desde luego, pues se recorre andando salvo muy breves puntos, de los cuales solo uno resulta en paso obligado y solo durante muy escasos metros roza el IIIº. Tampoco sufriremos apenas pérdidas de altura. Excursión, pues, muy relajada, disfrutando de las vistas y sin ningún reparo que proporcione una mínima ansiedad, incluso si desconocemos el itinerario, ya que existen también numerosos puntos de escapatoria en caso de que la niebla o las condiciones aconsejen una prudente retirada, evasión que, eso sí, resultará algo incómoda sobre pedreras muy empinadas e inestables.

el Lenito desde las cercanías del punto de partida (imagen tomada en el otoño pasado).

y el mismo macizo desde un poco más arriba, junto con el Achar de Forca y Chipeta Alto.

el vallejo de Acherito se cierra al fondo por el pico del mismo nombre.

llegada al paraje de las Foyas, nada más abandonar el camino al ibón de Acherito.

La cresta puede hacerse sin problemas en ambos sentidos. Pero, puestos a elegir, recomendaría el que voy a describir, que toma el camino de acceso al ibón para abandonarlo más tarde rumbo a las Foyas. ¿Que estas también pueden verse desde lo alto? Cierto, pero no es lo mismo. Así que rodearemos las laderas del Mallo Cristian por el Este en lugar de ascender directamente a la cresta. En realidad, tampoco perderemos mucho tiempo en ello. Así pues, iremos ganando altura evitando el pedregal, siendo la hierba nuestro guía. Ya muy arriba, alcanzaremos la cresta bajo una zona de rocas claras que puede eludirse sin problemas, para divisar ya muy cerca la cumbre del Mallo Cristian. O, quizá, una de las antecimas que lo precede, pues solo cuando ya no podamos llegar más alto estaremos seguros de pisar esta cima, bien visible desde Oza.

las Foyas.

el panorama se abre según cobramos altura. Al fondo, El Castillo de Acher y, justo detrás, el Bisaurín.

Lo que seguidamente nos espera es un apacible paseo, sin toparnos con profundas brechas, siempre fastidiosas de remontar, tanto más en cuanto que la cresta es larga. Si el viento no lo impide será posible caminar por el mismo filo, pero, en otro caso, nunca nos alejaremos mucho de él. Ya en las proximidades del Mallo de las Foyas, donde la cresta gira hacia el norte, encontraremos el único punto donde resulta obligado echar las manos. Pero son muy escasos metros y muy fáciles; de hecho, el paso podría resumirse en un anecdótico destrepe de tres únicos metros.

el pico de Laraille (cima sur), ya desde las inmediaciones del Mallo de las Foyas.

Tan solo nos queda la finalización de la travesía cimera ascendiendo al pico de Laraille, la cota más elevada de la zona, sin exceptuamos el más alejado pico de Lariste. En todo caso, las diferencias de cotas son aquí muy reducidas, como bien se experimenta en el recorrido de toda cresta.

Por cierto, mejor deleitarnos con los alicientes del entorno, que preocuparnos de cotas y toponimia, todo ello bastante confuso en función del mapa o fuente utilizada.

Pourtet Barrat y Portet Ouvert, Lariste.

perfil de la cresta, desde el Mallo de las Foyas; al fondo, Guarrinza.

nueva vista de la cresta.

al llegar al Mallo de las Foyas veremos por fin el ibón de Acherito.

Desde el Mallo de las Foyas ya habremos divisado el ibón de Acherito, pero no resulta cómodo llegar hasta él, tras retroceder unos metros hasta el collado que sucede al Mallo de las Foyas: una glera muy escarpada e inestable, con algún rastro de paso, defiende el escabroso y, por fortuna, corto descenso. En fin, abajo merece la pena permanecer unos minutos en la cola del lago disfrutando del panorama y soñando con hermosas ascensiones, siempre cortitas, siempre fascinantes. A la izquierda, un primer pitón, sea conocido como Pic de la Chourique oriental en el país galo, o Peña del Ibón en Mañolandia, resulta de lo más seductor, y objeto de una próxima excursión. El resto, entre la brecha de Hanas y el Laraille parece inaccesible por esta vertiente, pero no lo es tanto.

el pic de la Chourique oriental, o Peña del Ibón nos espera, altanero y seductor.

espléndida concatenación de pitones calcáreos sobre el ibón.

la última cima, el Laraille, nos espera.

Entre las particularidades de la zona figura la doble cima del Laraille, separadas por una brecha profunda. Por cierto que desde allí se divisa un soberbio panorama… que no pude recoger en mi reportaje fotográfico por culpa de la batería de mi cámara, la cual dio en agotarse nada más alcanzar la cima. Será que se quedó impresionada… como yo mismo, ya que solo mucho más tarde y ya bastante abajo caí en la cuenta de que también con el móvil se pueden hacer fotos… ¡Qué le vamos a hacer!... salvo insistir en que las fotos del móvil son una porquería y repetir la idea hasta creerla.

llegando al Malo de las Foyas, donde la cresta gira 90 º hacia el norte.

muy recomendable para el regreso, seguir la travesía circular del ibón, que desciende hasta el Refugio de Acherito, para girar allí casi 180º y retornar al punto de partida.

bonito abrigo, con su curiosa chimenea.

Para el retorno es muy recomendable recorrer la totalidad de la travesía circular que propone la Selva de Oza, pasando por el refugio de Acherito, ya en el fondo del valle. Se trata de un rodeo bastante largo, pero siempre cómodo, con unas vistas espectaculares sobre gran parte de las cumbres de Oza. Un panorama siempre cambiante y muy agradecido.

Sobre el ibón de Acherito, destaca el último sector de la cresta; 
a la izquierda las dos cimas del Laraille y, a la derecha, el Mallo de las Foyas

Track (incompleto al principio) en: Wikiloc | Rutas del Mundo