Vías Pirineos de dificultad media, [escalada PD, AD, D (IIº/IVº, máx. Vº)]. Vivencias de montaña. Rincones desconocidos o escasamente divulgados. Y alguna que otra reflexión

miércoles, 31 de julio de 2013

Los picos de Brazato

Los picos de Brazato ¿montaña para vacas?

¿Qué tienen algunas montañas para provocar nuestra atención y hacerse notar relegando a vecinos de mayor envergadura? Sin duda, es su aspecto lo que nos conquista; su presencia magnífica domeñando a los riscos de su entorno que le rinden vasallaje. Al menos, tal fue mi sensación, frente a la Peña dero Brazato; ignoto promontorio de esporádica comparecencia en los mapas oficiales, ubicado entre el pico de Brazato y el del Tablato de Piniecho, los cuales lo dominan sobre el papel por escasos metros; una exigua diferencia, eso sí. Sin embargo, la mole abrupta y desafiante de la Peña dero Brazato, casi siempre registrada sin cota y muchas veces innominada, poco tiene que ver con el aspecto más amazacotado de sus dos vecinos, mientras que alardea de un porte relativamente inexpugnable. No hay tal, como veremos enseguida, aunque el pico se defiende con soltura de asaltos poco fundamentados, como estoicamente suelen constatar algunos andarines despistados, que se ven obligados a renunciar a esta cima en favor del agarmonado Tablato o de la anodina “cota 2.731” que designa al Pico de Brazato; a esta última elevación debemos sin duda el bautizo apresurado de la Peña dero Brazato, para distinguirla de su pico homónimo, presuntamente más alto. Pienso, sin embargo, que el nombre que las gentes del lugar habrían otorgado con intención genérica a las prominencias ubicadas sobre el ibón superior de Brazato, debería recaer sobre la cumbre individualizada más significativa de las dos potenciales aspirantes al título y, creo honradamente, que ésta debe ser, tanto por su fiero aspecto como tal vez por su altura, la cima actualmente reconocida en ciertos mapas como Peña dero Brazato, la cual permanece anónima en otros muchos, sin que ni en unos ni en otros llegue a alcanzar los 2.700 metros (mejor no recrearse en la confusa y habitual algarabía de nombres, alturas y denominaciones que podemos encontrar en la consulta de distintos documentos y publicaciones).

¿Pico o Peña dero Brazato?
Sea como fuere, en el pasado verano de 2011 me animé a explorar con mayor profundidad esta montaña, a cuya cúspide oficial ya ascendí hace algunos años con esquís y a la que había contemplado por primera vez en una temprana adolescencia, cuando acompañaba a mi progenitor en sus correrías tras las apetecibles truchas de los ibones. Como recuerdo de aquellos días, me queda la airosa estampa de una cumbre a la que ya entonces atribuimos el apelativo de Pico de Brazato y que resulta por completo ajena al insustancial apéndice que dormita acomodado en la cresta un poco más hacia levante.

en naranja, vía cara norte; en violeta, arista; en verde, la normal
Así pues, y en torno a unas tres horas después de partir del Balneario de Panticosa, me encontré una pálida mañana de junio en la cola del embalse alto de Brazato y frente a la cara noreste de la Peña, con la intención de ascenderla en caso de que la ínclita eminencia me concediera su permiso. Las luces del alba dejaban en sombra la tortuosa cara norte, en la que se adivinaban veladas quebraduras verticales; parece ser que también enmascaraban una evidente vía de ascenso que, sin posible explicación, me pasó inadvertida: una rampa que corre en diagonal ascendente hasta estrellarse, ya muy arriba en un graderío fácil. De modo que, ignorando ese potencial itinerario, avancé resuelta y directamente hacia la pared oriental superando unas rocas poco empinadas (algún paso aislado de III), las cuales se pueden esquivar fácilmente merced a un breve rodeo por unas pedreras situadas hacia la izquierda. Ya bajo el erguido baluarte superior, una travesía a la derecha (existen otras opciones alternativas) me permitió sortear los pasos más escabrosos, para acceder a una poco definida arista orientada al norte que delimita la vasta vertiente noroccidental y donde concurre una roca más inestable y plagada de líquenes. En suma, tan solo algún fugaz y aislado paso de III, quizá siempre eludible. Ya en la cima, tuve ocasión de dedicar unos minutos a solventar la cuestión de la altitud: una visual dirigida a la cúspide del vecino pico del Tablato, administrativamente más elevado, se estrella al fondo contra las faldas de la Partacua. No queda duda, pues: la Peña dero Brazato es más alta; la disparidad, además, podría ser significativa y rayar en torno a los treinta metros, que es, precisamente, la diferencia comúnmente registrada entre el Tablato y la máxima cota de los Picos de Brazato; en cambio, no me atrevería a proclamar cuál de estos, el “Pico” o la “Peña”, es la prominencia más elevada: en este caso la diferencia es mínima y resulta difícil decidir a favor de cuál de las dos pueda decantarse. Si bien un arbitraje cabal cabal debería conceder la razón a los argumentos oficiales, defendidos y representados por la mayoría de los mapas, también éstos, sin entrar en asuntos toponímicos, son con frecuencia erróneos. Y, en este caso, se equivocan al menos en lo que se refiere a la relación entre el Pico del Tablato y la Peña dero Brazato, ¿no? Además, se intuye que la tal Peña es más elevada que su pico homónimo.

la cubre de Brazato; al fondo el Vignemale; se aprecia, a similar altura,
la alienación de las dos cimas, del pico "oficial" de Brazato y de la Peña
otra perspectiva, un poco por debajo de la cumbre de la Peña: ¿cuál es más alta? 
Después de un rápido reconocimiento de la hermosísima cresta cimera que corre de NE a NO en la que pude constatar que hasta allí no se podía llegar con las manos en los bolsillos, opté en esta primera visita por no complicarme la vida y descender exactamente por donde había subido, pero ya en el fondo del valle, cuando, todavía poseído por el vano orgullo de la cima recién conquistada, volví la vista atrás hacia la ahora ya bien iluminada cara norte… ¡Seguro que por ahí se puede subir andando! Tras esta lamentable reflexión, contemplé con frustrada resignación cómo parecían derrumbarse mis anhelos de inexpugnabilidad, merced a la ya mentada glera que asciende en diagonal hacia un pasillo de aspecto también bastante sosegado, el cual desemboca en una pendiente final que sabía fácil, justo debajo de la cresta. ¡Ya tengo una buena excusa para volver! –me dije–.

la arista y los dos diedros inexpugnables;la vía descrita 
recorre el perfil de la izquierda y luego, la arista cimera
Lo hice a mediados de agosto, con la intención de ascender esta vez al pico desde la cresta que viene del Tablato y en cuyo collado más próximo a Brazato había visto abandonar a varios grupos en junio. Esta vía presentaba a priori una excelente ventaja: la oportunidad de visitar de nuevo la airosa cresta cimera, cuyo acceso está defendido por dos resaltes sucesivos de inquietante faz. Lo cierto es que desde el collado se advierte el primero de ellos bastante más serio de lo admisible: una cara estrecha y triangular, vertical, surcada por dos hermosos diedros de difícil superación. Y si de lejos ambos diedros ostentan empaque de alto nivel, de cerca su aspecto es aún más dudoso, especialmente el de la derecha; su vecino parece un poco más humano y debuta por unas rocas de IV, pero enseguida se presenta más complicado a lo largo de un tramo, muy erguido y dotado de presas redondeadas, hasta una estrecha cornisa tapizada de piedra suelta. A partir de ahí, la cosa es todavía mucho más seria y no bajará de un V sostenido, tal vez VI. En cualquier caso, se trata de un desafío en completa discordia con el espíritu de la ascensión algo más amable que perseguía. En cambio, la arista SO que delimita la cara, aunque también goza de un aspecto imponente, se deja subir con facilidad. Un breve paso de III+ e, inmediatamente, la dificultad baja a II e, incluso, es también posible desde ese momento continuar en la vecindad de la arista sin apenas utilizar las manos. Tanto si proseguimos hacia la izquierda por la accesible pedrera como si optamos por el elegante filo de la arista, al cual solo cabe oponer la presencia de insidiosos líquenes, muy resbaladizos cuando se humedecen, accederemos pronto a la brecha entre este espinoso resalte y el siguiente, desde cuya coronación parte la bellísima cresta hasta la cima. Este escarpe es más amable que el precedente y su ascensión resulta muy gratificante de continuar por el filo de la arista (también ahora es posible escapar de los obstáculos mediante sucesivas gradas que corren hacia la izquierda). Pero sería un pecado ignorar la hermosísima y aérea cresta, inmensa y plural en su variedad, así como plena de espectacularidad que no de dificultad, pues no presenta ningún impedimento superior al II, salvo algún III descarriado y, tal vez, sendos pasos un poco más duros en sus dos extremos, tan exiguos como fáciles de rodear. Desde tal cresta, por otra parte, podremos constatar que tampoco existe acceso cómodo por la pared Sur; a lo sumo un par de canales, interesantes en invierno pero absolutamente desaconsejables cuando se encuentran libres de hielo y que, desde luego, exigirán al menos una escalada elemental.

aspecto invernal desde el Tablato
Dado que por la cresta hacia el pico de Brazato también está cortada la progresión, tan sólo quedaba por dirimir la incógnita de la potencial facilidad de acceso por el canchal oblicuo de la cara que apunta hacia el Balneario. Por fortuna, los últimos metros de esta vertiente hasta alcanzar la cima exigen obligatoriamente el recurso a las manos. Mínimo II y en su límite superior. Sin embargo, por desgracia, mis temores se confirmaron en cuanto a los puntos todavía oscuros de la incógnita: tras un breve descenso en pleno norte se accede al punto donde se estrella la pedrera diagonal; falta entonces por descender (o ascender) una sucinta rampa, perfecta definición de una trepada de primer grado: aquí, las manos se utilizan solo para guardar el equilibro. De hecho, si de una apuesta se tratare, casi cualquier montañero medianamente curtido podría superar el tramo sin tocar en absoluto la roca con las manos. Debajo queda una vasta pedrera, no demasiado inestable, en la que florece algún que otro hito indicativo del camino de menor resistencia hacia la cima.

Bueno…, al menos, sigo pensando que he conocido al genuino Pico de Brazato, que no carece de atributos para merecer una visita. La vía de la arista suroeste, parece también un objetivo ideal para la iniciación, a despecho de los resbaladizos líquenes y de la presencia de algún bloque inestable que obliga a no descuidar la atención; a cambio, si fuera necesario, he de insistir en el peculiar carácter de esta ruta: es posible eludir todos o casi todos los pasos escabrosos, lo que si bien reduce el interés de la ascensión, supone una garantía para excursionistas de escasa experiencia.


¿Es entonces esta una montaña para vacas? Al margen de las elocuentes disquisiciones de Mummery y de sus famosos asertos (en los cuales, tengo entendido, no se citaba a las vacas sino que se aludía a apacibles excursiones para damas), esos metros finales para acceder a la cresta, en los que es obligatoria una escalada siquiera elemental, nos permitirán conservar para esta montaña un leve fulgor inmarcesible. Además… ¿quién ha visto alguna vez una vaca en esta cumbre? ¿Es que alguien piensa que por aquí pueden subir las vacas, eh? ¿Alguien las ha visto? ¡A que no!

lunes, 1 de julio de 2013

La toponimia del valle de Aísa

Siempre me ha gustado respetar los nombres genuinos de cumbres y lugares, así como tiendo a mostrarme refractario a nuevos bautizos, en especial si son gratuitos, arbitrarios o responden a oscuras razones de amistad y vasallaje. Y todo ello, aun teniendo en cuenta que muchos de los nombres que tenemos por tradicionales tal vez no lo sean tanto pues, en muchos casos, el linaje del que tanto presumen se remonta a poco más de unas décadas e, incluso, solo unos lustros. Y no solo eso: es posible que carezcan también de la oportuna justificación. Por lo demás, la única fuente, apenas fiable, para contrastar la bondad de añejas denominaciones, se fundamenta en viejos documentos cuya redacción no garantiza que el autor conociera o recogiera con fidelidad los usos autóctonos y ancestrales.

Sin embargo, más allá de las graciosas anécdotas suscitadas entre ilustrados exploradores pireneístas e indígenas rústicos, que puedan haber dado lugar a algún que otro "Pic de Nosecomosellama" entre otras barbaridades, resulta lamentable la extrema proliferación de errores e ignorantes transcripciones por parte de los actuales escribidores sobre temas de montaña, asistidos hoy por un fabuloso arsenal de recursos para dilucidar cualquier aspecto de lo tratado. Y es esta una inmejorable ocasión para pedir disculpas por los inevitables errores presentes y pasados que hayan podido deslizarse en este blog, así como los todavía por llegar. Mil perdones.

el Aspe o Liena de la Garganta, en la cabecera del valle de Aspe
aspecto invernal de las cumbres que cierran por Francia el circo del Aspe
Respecto al objetivo concreto de esta entrada, la toponimia del valle de Aísa, no puedo menos que recoger un escrito publicado en El Pirineo Aragonés y firmado por Xabier Etxaide, como antiguo residente en el valle y buen conocedor de los nombres que escuchó durante su infancia de pastores y lugareños. Así, las tres grandes cumbres que cierran el valle por el norte sobre los llanos de Igüer (que no Napazal), se nombrarían de oeste a este como Liena de Elbozo, Liena de la Chaminera (chimenea) y Liena de la Garganta, la más elevada del trío y conocida desde antaño en Francia como Aspe. El conjunto de las tres cimas se denominaba As Lienas, lo que en el habla local corresponde a "Las Peñas", y que posteriormente se castellanizó como "Llenas", llegando en ciertas y penosas circunstancias hasta la denominación "Llana", por suerte no muy difundida... de momento. Al menos, en el caso de la Liena de la Garganta, se ha impuesto un nombre, el de Aspe, otorgado por los habitantes del valle homónimo, a quienes podemos reconocer tanto derecho a su nominación como a los pobladores del resto de los valles implicados. "Liena", en la tradición oral aragonesa, viene a referirse a un yacimiento de losas, pedrera o zona incultivable.

As Lienas: Liena de Elbozo, de la Chaminera y de la Garganta, desde la Magdalena
Desgraciadamente, cada vez se hace más difícil rescatar de un cruel olvido una toponimia entrañable, devorada sin remedio por usos tan ignorantes como desconsiderados. Pienso en la Quijada de Pondiellos (Picos del Infierno) o la triste traducción de Mont Pertito en referencia a la más alta de las Tres Sorores. Al menos, Comachibosa ha sido sustituido por Vignemale, apelativo cuya antigüedad y derecho exhiben un lustre innegable, pues se reflejaba ya en un temprano tratado sobre límites de finales del siglo XIII, con la forma Vinhe Male, amén de que así se le ha conocido desde "siempre" en el país galo.

Leserines, que no Lecherines, desde la Canal de Izas
la Quijada de Pondiellos, sobre los ibones Azules
Y sigo sin aclarar cómo se denomina la canal más aparente por el norte de la Partacua y su domo adyacente: ¿Cachivirizas, Cobacherizas, Cavichirizas...? ¿Alguien puede proporcionar una luz?

amanecer en el rincón más emblemático de la Partacua

Consultadas diversas fuentes sobre este tema, he conocido dos nuevas aportaciones; la primera, el término Clabiclirizas, defendida en un tratado de toponimia tensino (Ana Mª Escartín Santolaria) y la segunda, Cavechirizas, proviniente de personas originarias de Piedrafita.