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camino de la Rinconada de Lana Mayor; refugio con radioteléfono. Al fondo, Argualas |
En el extremo occidental de la Sierra de la Partacua, sobre los manantiales del Goluso, se alzan la Pala d’os Rayos y Peña Retona. Ente ambas cumbres se desliza un angosto corredor conocido como Canal Estrecha —o del Cuarté, en memoria de su ensanchamiento central—. Es un corredor de moderada inclinación, que recibe muy pocas visitas por su alejamiento de cualquier punto accesible con vehículo, ya que en invierno la pista deviene intransitable incluso para aquellos privilegiados, vasallos de la comodidad, que dispongan de un todoterreno y de la correspondiente autorización para circular. Sin embargo, el aislamiento de la zona constituye un encantador aliciente que nos distancia del bullicio jaranero que invade Telera con prodigalidad: recién finalizada esta Semana Santa, dominada por un sol omnipresente, cualquier huella de presencia humana se desvanecía según me internaba en tan apartado rincón.
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la Canal Estrecha ya muy avanzada la primavera |
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aquí, a la izquierda, se aprecia bien la falsa entrada |
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nueva perspectiva del corredor; gran cornisa en la salida de la vía Anaconda |
La Canal Estrecha presume de nieve dura y persistente que llega incluso a soportar los rigores estivales. Para acceder al final de la pista, cuando pierde su dirección hacia Poniente y dobla al Norte, precisaremos unas dos horas desde Lacuniacha y otra más suplementaria para encaramarnos al cono de deyección que se abre bajo el corredor (sí, ya sé que no soy muy rápido); cuando la ladera goza de buena innivación, conviene abandonar la pista un poco antes para trazar una media ladera ascendente; de otra forma, varias barreras pedregosas interrumpen la continuidad de la nieve obligando a penosos descalzados de crampones. Pero, de ser factible el recurso al alcorce en diagonal, arribaremos a la canal por su margen derecha, sin disponer de una visión previa de conjunto; es probable, en tal caso, colarnos por una falsa entrada que no lleva a ninguna parte; eso fue lo que aconteció en mi primer intento a este corredor y me consta que no he sido el único en tomar el camino erróneo. Aunque sería posible una travesía para recuperar la buena dirección, ello implica alguna maniobra de rápel y la consabida pérdida de tiempo, algo de lo que no se suele disponer durante el asalto a un objetivo tan apartado (que sí, que ya lo he dicho antes; soy lento, de caminar pausado). Además, durante la excursión me granjeé unas increíbles rozaduras en ambos talones que requirieron varias semanas para su recuperación, secuela ineludible de la bota rígida y, supongo, contribución también de los diez y ocho kilómetros de pista (ida y vuelta), ya que el desenlace de esta nueva visita se ha resuelto con idéntico epílogo: unos pies malparados.
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en la zona baja, apenas superado el cono de deyección |
Bien, ya he insistido en lo de la nieve dura: tantos días de anticiclón habían dejado el corredor con la consistencia de una piedra, pero la superficie irregular me permite una relativa comodidad para emplazar los crampones, que apenas arañan el hielo. Permanezco fiel a la técnica francesa “todas puntas”, lo que en estas condiciones y con una inclinación moderada que no rebasa los 40º es una bendición (sobre todo para mis gemelos); de hecho y aunque llevo un piolet auxiliar, no lo utilizaré durante el ascenso. La pendiente se incrementa insensiblemente hasta el Cuarté, donde cede un tanto, para recuperar su impulso posteriormente. Pero, ¿por dónde sigue?; si no supiéramos que existe, dudaríamos de la salida: está ahí, a la izquierda (¿por dónde si no?). El corredor se estrecha mucho, se empina y traza una diagonal hacia la derecha; después se arquea un poco más y, de inmediato, nuevo quiebro, esta vez en dirección contraria, apuntando hacia la salida, ya próxima. Realmente encajonado y sembrado de metralla que desprenden las rocas superiores, semeja muy complicado el descenso con esquís, pero hay quien presume de haberlo realizado; bien es cierto que en otras ocasiones he visto mucha más nieve.
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el bloque que puso la palabra fin |
Pero hoy no tardaré en enfrentarme a un bloque descarnado y tapizado de verglas. Apenas un par de metros. Ni tiene mal aspecto ni da la impresión de oponer mucha dificultad, pero ando muy justo de tiempo y me brinda una inmejorable excusa para dar la vuelta. Además, mis talones no se quejan ya: más bien aúllan; por otra parte, conviene señalar que es casi obligado el descenso por el propio corredor, ya que otra alternativa nos obligaría a un larguísimo rodeo hasta el ibón de Bucuesa, para retornar por la Canal del Ganado (de cualquier forma, la visita al bucólico entorno del ibón es muy seductora).
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un poquito más de cerca |
Ahora sí, con los dos piolet, de espaldas a la pendiente y clavando las puntas del par de herramientas, desciendo con rapidez y seguridad en una hora hasta el cono terminal. Solo que todavía restan ciento veinte ingratos minutos hasta Lacuniacha.
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