Vías Pirineos de dificultad media, [escalada PD, AD, D (IIº/IVº, máx. Vº)]. Vivencias de montaña. Rincones desconocidos o escasamente divulgados. Y alguna que otra reflexión

domingo, 12 de mayo de 2013

Midí, cara norte

El Midí no precisa mucha glosa para realzar su atractivo: su mera silueta basta y sobra para encender pasiones cuyo rescoldo permanece en nuestro interior mucho tiempo después de la ascensión. ¿Y qué decir de su afamada cara Norte, la más austera y exigente, plena de inmensos precipicios, cuyo desafío supera con facilidad a nuestra ambición? Pues… ¡que existe una vía accesible!, dispuesta a proporcionarnos algunas de esas sensaciones, inicialmente reservadas para el selecto club de los maestros.

¡Adelante! La veda de la cara Norte se ha suspendido y el guarda, benévolo, nos autoriza a colarnos por un estrecho resquicio: una puerta abierta junto a los Cuernos de Mondeils, permitirá que nos encaramemos subrepticiamente sobre los riscos tallados en la vertical del Gran Pic. Disimuladamente, para no encolerizar al Gran Señor del Ossau, treparemos por los escarpes burlando los aparentes obstáculos, que se rendirán apenas sin oponer resistencia. Y, de forma increíble, pasearemos dulcemente por la repisa de l’ Embarradère, dominando uno de los más impresionantes abismos de la cadena pirenaica.

la Brèche des Autrichiens y Cuernos de Mondeils
Pero, para ello, antes habremos de acceder al Col de Suzon, visible desde el Refugio de Pombie, collado desde el que se inicia una travesía casi horizontal que nos depositará junto a la Brèche des Autrichiens. En total, casi tres horas desde el aparcamiento, siempre por sendero. Para superar el domo inicial, pegado a la muralla, será suficiente con ejercer de tercergradistas durante un breve instante, en lo que puede suponer el paso más complicado de la ascensión. Una chimenea tumbada (II) conduce a la brecha de un gendarme, inconfundible, sutilmente colocado como guía de nuestros pasos, desde donde una aérea zancada nos sitúa en un sistema de terrazas que ha de atravesarse en diagonal, entre bloques ornados de yerba, hacia una zona poco empinada que quiebra el impulso vertical del gran espolón descendente de la Punta de Francia. Quizá es verano, pero hace frío; estamos en una cara norte, a la sombra: ¿las manos? Casi siempre en los bolsillos.

l'Embarradère y el Piton de la Fourche
Es preciso descender unos metros para alcanzar el fascinante balcón l´ Embarradère, el cual nace en la vertiente occidental del espolón. Aquí, la roca está algo rota, pero apenas opone dificultades. El viaje por la gran repisa, una amplia cornisa horizontal es alucinante; un inmenso suspiro de alivio entre dos verticales absolutas. En el extremo opuesto, l´Embarradère se prolonga por una estrecha canal, cerrada por dos extraplomos, el primero de los cuales se bordea tranquilamente por la derecha; el segundo arrancará de nuevo a nuestras manos de su cálido cobijo: hay que vencerlo por la margen izquierda del corredor, su único punto débil, y tampoco aquí la dificultad ha de exceder del tercer grado, siempre y cuando sepamos desdeñar hacia la derecha unas cornisas, tan atractivas como taimadas, que no llevan a ninguna parte. También complicada, pero factible, es la escalada de la fisura en el mismo eje del corredor. Y ya está: escapamos de la sombría mazmorra para recibir el sol junto al Pilier de l`Embarradère. Casi sin darnos cuenta hemos llegado a La Fourche y desde allí, a través de las “lajas blancas” (también se puede directamente), alcanzaremos una chimenea muy empinada en su final, pero provista de presas excelentes. En la amplia terraza donde termina, encontraremos algunos hitos de piedra para ayudarnos en nuestra orientación: hay que vencer un corto escalón; si de frente no se deja, lo eludiremos por la izquierda.

el torreón final, sobre las "lajas blancas": no tan fiero
Un poco más arriba se abre hacia el Este una chimenea que colaborará eficientemente en trasladar nuestros huesos a una zona de accesibles bloques desde los que la cima se descubre indulgente y próxima. En suma, todo lo que la montaña habrá opuesto a nuestra osadía, serán unos breves pasos de tercer grado, esparcidos aquí o allá para proporcionar un poco de emoción a la aventura. A cambio, nos brinda uno de los más espectaculares panoramas de los Pirineos. Y, por último, una llamada a la prudencia: la ascensión no es difícil, pero la cara norte mantiene cierto compromiso y es imponente; además, en el Midí acecha siempre la sorpresa. Lo sé.

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