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recóndito y enigmático, el bosque encantado parece invitarnos a reconocer su entorno... nos engaña: no piensa dejarse. |
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el entorno de Vadiello está plagado de rincones mágicos... casi siempre de engorrosa exploración. |
Vadiello es una de mis más entrañables querencias, un rincón que guarda celosamente sorpresas maravillosas, bien defendidas por vegetación inextricable y muros inexpugnables de pudinga. De hecho, tan solo la obstinada curiosidad de algunos iniciados ha conseguido abrir el acceso a parajes inexplorados y, a menudo, enmascarados por obstáculos infranqueables, pues el tiempo hizo pronto mella en la ya dudosa persistencia de los antiguas veredas trazadas por carboneros y las escasas vías de penetración que comunicaban valles y vallejos; algunos de estos senderos han sido felizmente recuperados y nos brindan la oportunidad de visitar enclaves que, de otra forma, se hubieran desvanecido en el olvido.
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la Peña de San Cosme y el paso Nartesa, desde los añedaños de la Cruz Cubierta; el tramo rojo es el único punto delicado. |
Una constante en los senderos de Guara es la exigencia de atención y prudencia, pues el precio de desatender tales recomendaciones puede ser una emboscada, sea vegetal o rocosa, de difícil evasión; otra característica muy habitual es la necesidad de superar cortos pasos de escalada, trepadas que, no obstante, pueden llegar a ponernos a prueba, en especial si aparecen como secuela de la falta de previsión. Con algo de todo ello toparemos en nuestra visita al bosque encantado de San Cosme.
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los primeros pasos tras abandonar la pista que desciende a San Cosme y San Damián |
Desde la presa del embalse de Vadiello, hemos de seguir la pista cerrada al tránsito rodado que termina por cruzarse con la que proviene del embalse de Calcón para acceder a la finca privada de San Cosme, al pie de la Peña homónima, cuya cumbre también hollaremos. Desde esta pista se disfruta una perspectiva excepcional sobre los paredones de la Peña, los cuales caen en absoluta verticalidad sobre uno de los enigmáticos recovecos del pantano; el muro está orlado con numerosas bandas horizontales, las clásicas panzas de conglomerado que, a veces, solo a veces, permiten vencer el escarpe imposible.
Pues sí; por ahí precisamente nos daremos un garbeo. Pero solo por la cornisa más alta y amplia, donde únicamente un par de metros obligan a usar las manos. Eso sí, el vacío también está ahí, bien presente y no admite concesiones.
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el límite septentrional del bosque. Llegar hasta allí es más complicado de lo que cabe suponer. |
En fin; tornemos a la pista. Hemos llegado al cruce con el ramal que proviene del Calcón y de Aguas; seguimos el trazado hacia la izquierda, en dirección a San Cosme. El camino, horizontal desde el cruce hasta el desvío hacia la Predicadera, inicia un suave descenso; pronto, en una curva, encontraremos a la derecha el sendero señalizado que lleva al Huevo de San Cosme, junto con un rótulo que advierte sobre las restricciones de escalada en la zona. Tras unas empinadas lazadas nos internaremos en un esotérico robledal que atravesaremos ahora en continuado descenso. El lugar, húmedo y sombrío, adquiere tintes mágicos, cualquiera que sea la época de la visita; no hay cielo ni roca, solo troncos tapizados de musgo y la densa fronda por bóveda. Tampoco observaremos muchos signos de vida; quizá resida en tal carencia de vitalidad el germen que proporciona al bosque su halo misterioso. Parece fácil explorar esta cárcel vegetal y husmear en busca del tesoro escondido, pero no podremos apartarnos muy lejos del sendero, apenas marcado; será entonces cuando percibamos que estamos atrapados en una jaula verde de la que solo hay una salida, justo aquella de la que nos hemos servido para entrar.
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frente a la Peña de San Cosme y el Huevo, el mallo Quillán y Punta Negra. |
El sendero, en constante descenso por la vaguada, finaliza bruscamente al pie del Huevo, del que solo habremos llegado a vislumbrar previamente una fugaz estampa. El lugar, conocido como “mirador del Huevo” es un punto y final; debemos, pues, retroceder por el mismo camino, hasta una bifurcación que fácilmente pasa inadvertida. Es el pasaporte hacia la Peña de San Cosme, pero también precisaremos visado: el paso Nartesa.
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el paso Nartesa; el punto clave está junto a los arbolitos del fondo que, en parte, también ocultan el abismo.
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¡Huy!, ¿un paso con nombre propio... qué sugiere? Complicaciones, claro. Y eso es lo que encontraremos. Sin embargo y a pesar del fatal presagio que suscita una vieja y deshilachada cuerda colocada como pasamanos, el trance apenas supone problema, concentrado en un par de metros que tan solo requieren una trepada elemental, incluso basta una zancada decidida. Después, una larga travesía en la que el abismo permanece suficientemente alejado, seguida de algunos escarceos sobre suaves y redondeadas lorzas de conglomerado, prácticamente sin dificultad, que nos conducen a la cima. El itinerario esta bien marcado con mojones, pero es fundamental no perderlos para el regreso: también ahora hay una sola puerta de entrada y salida. Por cierto, el desnivel entre la Peña y el pantano es de 300 metros; eso sí, bajo el paso Nartesa, algo menos: no llegará a los 200 de absoluta verticalidad...
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los mallos de Liguerri, San Jorge y La Mitra desde nuestro privilegiado balcón. |
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el Borón y sus crestas. |
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Barranco del Diablo. |
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el Huevo de San Cosme, mítico monolito en décadas pasadas, fue vencido el 23 de abril de 1951. |
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el Huevo desde "el mirador" |
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las casas de San Cosme desde las proximidades del paso Nartesa. |
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Vadiello desde las cornisas superiores de la Peña de San Cosme. |
Tras disfrutar de inmejorables vistas sobre el embalse y sobre el Huevo, retornaremos por el camino de ida hasta la pista, pero, en lugar de retroceder por ella, la seguiremos hasta la ermita de San Cosme y San Damián, actualmente sin opción de visita. El camino esta jalonado de eremitorios arruinados; también encontraremos un rincón muy especial: la Fuensanta, manantial de aguas fresquísimas, veneradas desde muy antiguo. Una vez en San Cosme, tomaremos el sendero señalizado que desciende hasta cruzar el barranco y asciende por la vertiente opuesta para culminar en la Cruz Cubierta, donde se empalma con el camino de ida hasta la presa de Vadiello. Este sendero entre la ermita y la Cruz Cubierta carece en parte del misterioso encanto propio del entorno del Huevo, pero rivaliza con él en gracia y belleza, sobre todo durante el otoño. Quizá la mayor diferencia estribe en que aquí es fácil topar con presencia humana, en tanto que en los alrededores del Huevo solo nos acompañará el vuelo plácido del buitre y, si hay suerte, de algún quebrantahuesos solitario.
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la Fuensanta de San Cosme... |
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...es poco habitual verla con tanta agua. |
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el primer eremitorio que encontraremos... |
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...y otro de los oratorios en estado de total abandono que jalonan la pista. Los conocí en mejores días. |
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el caserío de San Cosme bajo la pared de la Peña de San Cosme. |
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otra hermosa alternativa de Vadiello: el camino recuperado a Nocito rodea el pantano bajo las estribaciones del Borón. |
Bosque encantado, bosque sin vida... el bosque de San Cosme apenas cuenta con la presencia de seres vivos; es un bosque joven, de repoblación, que no ha sido colonizado por la biodiversidad de especies; solo árboles adultos, sin sotobosque. No escucharemos piar de pajarillos... que no encuentran qué comer, ni insectos que propaguen las semillas; tampoco otros depredadores que se alimentarían de las avecillas. De ahí el silencio, una paz que sobrecoge porque es una paz de cementerio; de lugar apartado del mundo. Lástima. La explicación científica, el síndrome del bosque vacío, no armoniza con la poesía...
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